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9 jun 2010

APATRULLANDO LA CIUDAD II Nuestra vigilanta se ha calentado mucho con los juguetes en los días previos, y va a por todas con el tendero erótico


Hasta que me decidí. Anoche, víspera de mi día libre, fui a verle después del trabajo. Me puse un vestido negro, con escote, y largo por la rodilla. Abotonado de arriba abajo. Sandalias de tacón. Pintada, con las uñas de vampiresa, muy rojas, como los labios.
Llegué al puesto y me recibió con esa mirada de siempre, y esa sonrisa de encantador de serpientes.
_ Buenas noches, señorita. Estás más guapa así, vestida de mujer. ¿Cómo tú por aquí a estas horas?
Inventé una supuesta cena, en la misma calle, y mi deseo de pasar a saludarle.
Y entonces le pregunté por aquél tubito, envuelto en un blíster, que me intrigaba desde el primer día.
Es un brillo de labios, que produce múltiples sensaciones en la persona a la que beses. Frío, calor… Y si besas otras partes del cuerpo, pues imagínate. Puedes ser la reina de la fiesta. Ven, pasa y lo pruebas.
Me abrió la puerta para entrar al chiringuito, y sacó uno igual que tenía dentro, de una caja con productos. Y me puso el brillo él, dibujando mis labios, con una torpeza que me hizo reír. Después, me dijo que me lamiera yo, para ver lo que se sentía. Me relamí despacio, mirándole a los ojos. Y me reí más. Y luego nos besamos. También me mordió, fuerte en la lengua. Me sorprendió, y me excitó mucho. Ya llevaba muchos días arrastrando aquél ardor.
Y fue entonces cuando me volví loca. Me deslicé hacia abajo sujetándome en sus nalgas sorprendentemente duras. No se me veía desde el exterior, las casetas de la feria eran como puestos de helado. Una vez de rodillas bajé mis manos por las perneras de los pantalones notando sus músculos tensos. Poco a poco noté cómo se abultaba su sexo y hundí mi cara en su entrepierna. Mordí a través de la tela y dio un ligero respingo a la vez que le oí explicar a una clienta que acababa de acercarse las bondades de uno de sus aceites. La situación me excitó sobremanera y empecé a desabrocharle el cinturón. Seguí con los botones del vaquero, y tiré de él hacia abajo. Llevaba un calzoncillo ajustado, negro, que mordisqueé por la tira superior. La que hablaba ahora era la clienta. Él miró hacia abajo, y aproveché para ponerme más brillo de labios. Sonreí. La situación hizo que su verga palpitara y con mis labios la dirigí hacia abajo hasta que asomó por la parte inferior. La recorrí con la punta de mi lengua teniendo mucho cuidado de no tocarla con los labios. El tendero erótico, ante la inminencia de lo que iba a suceder despachó a la mujer como pudo, ahogando sus jadeos y se agarró al borde del mostrador. Era la señal que estaba esperando para bajar de golpe los calzoncillos y admirar su miembro en todo su esplendor.
Me la metí en la boca, lo más adentro que pude, de golpe. La alojé allí hasta que se me pasó la arcada. Después la recorrí hacia afuera con los labios, cuidando de repartir bien el brillo por la zona del capullo. Se estremeció al notar el cosquilleo frío del producto, y a continuación el calor que le recorría. Él me enganchó del pelo, su respiración muy acelerada. Pensé que me iba a hacer parar.
Pero no. Comenzó a acompañarme con su mano, marcando él mismo el ritmo, hacia adelante y hacia atrás, acelerando hasta que al poco, se derramó en mi cara. Le temblaban las piernas, de la tensión.
Miró hacia abajo, y la de la sonrisa socarrona, en esta ocasión, fui yo. Me limpió con un pañuelo, y me incorporé. Me despedí con precipitación.
Mañana vuelvo a la ronda. Todavía quedan juguetes por probar. Veremos.

2 comentarios:

  1. Diosss, pruébalos todos, y luego ven aquí y cuentánoslo si? ;)

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  2. Vaya tela, que peligro tienes.

    Muy buen relato querida.

    Mordisco

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